Crónica de un parto no anunciado

La Mamá Cósmica
5 min readOct 6, 2021

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No sé cómo empezar…son tantas las emociones y tan difícil explicarlas… pero como con todo en la maternidad, vamos a intentar.

El niño astronauta aterrizó en este plano terrenal, tan sorpresivamente como cuando nos enteramos que ya habitaba en mí. Hay que decirlo: Nico tan deseado como inesperado.

Esa noche, con 36 semanas de embarazo, me acosté pensando en que mi tribu estaba esparcida en el universo, J. visitando a su papá a dos horas de la ciudad, mi máma en un retiro espiritual y mi doula C. en San Miguel Allende de vacaciones, con la fecha probable de parto a tres semanas, todxs habían pensado lo mismo…huir supongo, pero Nicolás tenía su plan. Y yo una lista titulada: Mi parto ideal.

A las 4:30 de la mañana del sábado 3 de agosto del 2019 no podía dormir, el calor me consumía. No recuerdo haber pasado tanto calor jamás. Estaba hinchada, cansada y como ya era costumbre cada madrugada la maraña de emociones, miedos y sombras se manifestaba. Supongo que era parte del largo y necesario trabajo para poder parir. Con la cabeza llena de telarañas, me levanté al baño, pero para mi sorpresa la cama y yo estábamos empapadas y además sentía como seguía fluyendo ese líquido que anunciaba que los planes no existen, no realmente….

Tomé mi celular y marqué a P. mi ginecóloga, que con su voz tranquila y adormilada, me dijo: tranquila, Andy, se rompió la fuente, Nico nacerá hoy pero aún faltan horas, relájate, lo estás haciendo muy bien. No sentía que estuviera haciendo nada…que curioso como si comenzar la labor de parto no fuera nada…

Desperté a mi hermana y a mi papá ambxs venían en camino y en menos de 10 minutos estaban conmigo, la siguiente llamada era a J. ni siquiera me dejó terminar, sus últimas palabras: perdón por estar lejos, el primer camión salé en una hora, ya voy en camino…tranquilo, Nico nacerá hoy, pero aún faltan horas, aunque la palabras salieron de mi boca, no reconocí mi voz en ellas…

En la sala escuchaba a mi hermana hablar con mi mamá, insistía en que debía llegar lo antes posible, estaba a más de 6 horas de camino, decidí intervenir: Mami, quédate allá tranquila, todo va a estar bien: yo sé parir y Nicolás sabe nacer…esa tampoco era mi voz…

Mientras me bañaba no pude contener una carcajada, recordaba lo que C. nos había explicado sobre “anidar”, decía que el cuerpo de la madre intuye cuando el momento del parto se acerca, que comenzaría a preparar todo: la casa, el cuarto, llenar el refri, lavar la ropa, la maleta para el hospital lista y cerca de la puerta…mientras escuchaba el ruido de la lavadora, con la carga de ropa para Nicolás, que mi hermana había puesto a las 6:30 de la mañana, tuve que aceptarlo, mi cuerpo parecía haber olvidado avisarme de ese pequeño detalle. Pero que mal augurio…y además una tachita en mi lista del parto deseado.

Después del baño me dispuse a cambiarme y preparar la bendita maleta, sinceramente no recuerdo lo que puse adentro, pero “spoiler alert” no fue “lo necesario” porque durante los días que estuvimos en el hospital, las idas y vueltas de J. a casa eran diarias e incluso más de una vez. Así que podía añadirle otra espantosa equis a la lista del parto perfecto.

Cambiada, bañada y con la ropa de Nicolás en el tendedero salimos rumbo al consultorio de P. Ahí estableció que solo tenía 2 cm de dilatación y aún no había contracciones por lo que la sentencia fue: Nico nacerá hoy, pero el viaje apenas comienza.

Salimos rumbo al hospital, ahí nos alcanzaría P. y J.

Al llegar, por la entrada del estacionamiento el guardia me preguntó si quería una silla de ruedas, con mi mejor voz de mujer “empoderada” le respondí que no, que yo podía caminar, sin embargo dos pasos después mi útero decidió que era momento de conocer íntimamente a las contracciones…¡auch! Mientras me doblaba de dolor y sorpresa¿?, escuché a mi hermana y a mi papá no pedir sino reclamar esa silla de ruedas.

Me instalé en el cuarto y unos minutos después ya tenía al médico de guardia palpando mi avance en el departamento de la dilatación y a una enfermera que hábilmente me colocó el suero con oxitocina, este detalle (que ocurrió sin consultarme) lo supe cuando las contracciones comenzaron a llegar una, tras otra como olas que más que llegar a mi, me revolcaban. Y con esto me despedía de otro elemento en mi lista del parto perfecto y sin medicación….

J. llego una hora después instalado en su papel de compañero y proveedor de fuerza y ánimo, y no me refiero a la fruta, jugos, agua y chocolates que traía con él, sino a que a partir de ese momento cuando una ola llegaba, sus manos estaban ahí para ayudarme a nadar en ellas y en sus ojos encontraba calma.

Las horas transcurrían, y con cada ultrasonido que me avisaba que Nico estaba bien y en la posición “adecuada” yo sentía que mi parto natural era un hecho, al fin una palomita en mi lista. A las 5:30 pm llegó el anestesiólogo con uniforme de “Flash”, sí el superhéroe…que carajos, yo no quería anestesia y se lo hice saber con todo y mi agotamiento después de más de 7 horas de haberme embarcado en la labor de parto, entre contracciones y más contracciones…no voy a mentir, en esas palabras tampoco reconocí mi voz…

One Love! One Heart!
Let’s get together and feel all right.
Hear the children cryin’ (One Love!);
Hear the children cryin’ (One Heart!)…

A las 6:30 entramos a la sala de partos, estaba completamente dilatada, pero también exhausta, poco recuerdo de lo que ahí ocurrió, en parte porque entré en un estado de (in)consciencia del cual solo regresaba cuando escuchaba a P. decir “puja, Andy, PUJA,” seguida de la voz de J. “venga mi amor, ya casi, ya casi, aquí estoy”…a las 8:00 Nicolás aún no llegaba y yo comencé a perder el sentido, literal y metafóricamente hablando, escuche la voz de la doctora diciendo que había que sacarlo YA, que estaba en riesgo, mi pesadilla comenzaba, fórceps…episiotomía, por supuesto la epidural correspondiente, Nicolás llegó, pero no gracias a ti, esa definitivamente no era mi voz resonando en mi cabeza, pero no había manera de callarla, lo pusieron en mi pecho, un segundo, era gris, no estaba respirando…el silencio que siguió, duró unos segundos (que para mí fueron eternos) antes de escuchar a Nicolás llorar y anunciarnos que estaba vivo…pero no gracias a ti, esa voz no me dejaba, y mi mantra “Yo sé parir, Nicolás sabe nacer” era tan solo una voz burlona a lo lejos….Ya podía quemar mi lista ridícula y oficialmente aceptarlo: fracasé como mamífera…

Quizás algún día pueda escribirlo sin llorar, quizás incluso pueda compartirlo de viva voz a Nicolás y explicarle que lo primero que sentí al verlo, no fue amor, no fue ternura, sino miedo y culpa…tanta culpa…espero hacerlo para también contarle que los siguientes 5 días fue un guerrero que luchó en la incubadora por cada respiro, que mamá y papá se quedaron a vivir en ese hospital, que le cantamos cada noche para dormirlo a través del vidrio, que el apodo de “niño astronauta” fue resultado del casco con oxígeno que le pusieron durante los primeros dos días…deseo con el corazón llegar a ese momento para compartirle que desde ese día, he entendido que maternar es veneno y antídoto, pero sobre todo que en las palabras que ahora me acompañan: Andy tú pariste y Nicolás nació, al fin encontré mi voz.

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Written by La Mamá Cósmica

💜Maternofeminista💚 Te invito a leerme…a deconstruir el rol materno y las narrativas del trabajo de cuidados 💫🔥

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